“Hay oficios que necesitan una generación para conocerlos bien”

OJOS DE MOYA | Mariano López Marín entrevista a Vicente Tomás, antiguo trabajador de Industrias Manclus, con motivo de su visita al histórico Reloj de Moya | “Este reloj prácticamente es un reloj muy respetable, es una joya”
Se llama Vicente Tomás, vive en Valencia y nació en Carrícola (Valencia), tiene 86 años, ha estado cerca de 40 años arreglando relojes y montando campanas por todos los continentes, trabajó en industrias Manclús, (campanas y relojes), conoce perfectamente la historia de la campana del reloj de Moya, no conoce el mecanismo del reloj de Moya, y dada su antigüedad deseaba conocerlo

“Aquel tañido de la campana doblando en campos y barbechos en surcos y barrancas, se llevó la última niebla, antes de que amaneciera la mañana”
Las campanas han marcado y siguen marcando la vida diaria de nuestros pueblos y ciudades desde la edad Media. Convocar al concejo, avisar de peligros, dar informaciones de actos religiosos, fiestas, formar parte de relojes y un largo etcétera de actividades. No se puede entender la vida de un pueblo o de una ciudad sin el sonido de sus campanas que se convirtieron desde siempre en signo de poderío en catedrales, iglesias, en sus campanarios y en edificios públicos.
El sábado 18 de noviembre, por la tarde estuve, en Moya entrevistando a Vicente Tomás, un jubilado de 86 años que trabajó casi 40 años en la empresa valenciana Manclús como artesano relojero instalando relojes en iglesias y otros lugares de todo el mundo. Vino a conocer el reloj de Moya acompañado de dos amigos suyos José, de Titaguas y Enrique. Estuvieron antes en Chelva y Titaguas. En la provincia de Cuenca instaló más de 50. Fue una entrevista amplia al lado del reloj y nos contó infinidad de vivencias y se quedó maravillado del reloj de Moya, su amigo como él lo definió. Más de 1 hora de entrevista que tras transcribirla os doy a conocer su contenido.
Mi amigo Sergio Cano de Pedro Izquierdo y encargado actual de dar cuerda al reloj de Moya se puso en contacto conmigo para ver si yo podía hacer la entrevista a Vicente Tomás Calatayud. Y no pude negarme. Estas fueron sus palabras textuales: “Le pedí a Mariano López que acudiera a Moya para que fuera él quién realizara la entrevista a este señor que tantas cosas nos contó, realizando una entrevista fabulosa, amplia, maravillosa “Previamente, uno de los acompañantes de nuestro entrevistado, José natural de Titaguas, que ya conocía el reloj de Moya, solicitó permiso al ayuntamiento para visitar la villa y ver este reloj con sus acompañantes
En la tarde del pasado 18 de noviembre de 2017, como había acordado personalmente con José de Titaguas, previo permiso del ayuntamiento de Moya, se desplazaron a Moya tres personas, José, Enrique, y Vicente Tomás, con el empeño e iniciativa de José de visitar varios municipios con sus dos compañeros de viaje, terminando la visita en Moya con el objetivo de visitar su famoso reloj y ver la villa. Al comentarle a nuestro entrevistado su amigo José que este reloj era del siglo XVIII le dijo que no conocía ese reloj, pero sí la campana que daba sus sonidos y que él había desmontado en los años 1960.
Me dirigí raudo desde Utiel a Moya y poco más de la cuatro de la tarde ya estaba en la iglesia de Santa María donde me esperaba mi amigo Sergio Cano, Fernando Igual el alcalde de Moya que tenía un especial interés en saludar y conversar con Vicente Tomás y preguntarle muchas cosas, Antonio y su esposa Victoria vecinos míos en Landete y Julián de Santo Domingo. Nuestro entrevistado estaba subiendo al campanario de la iglesia de Santa María, ya en los últimos peldaños acompañado de sus amigos y de los anfitriones. Demostró una enorme fuerza de voluntad porque debe utilizar andador para moverse, pero dijo que quería subir. Allí saludé a todos los presentes y a Vicente Tomás, que ya tenía referencias mías por mi amigo Sergio Cano y ya se había sentado frente al reloj de Moya.
Allí mismo realizamos la entrevista llena anécdotas y curiosidades y sobre todo de mucha gratitud hacia una persona extraordinaria donde las haya que compartió sus saberes y su buen hacer con nosotros en el marco incomparable del campanario de la iglesia de Santa María de Moya, en esta villa murada que poco a poco va viendo sus monumentos restaurados y que enamora al que la visita
Sobre el entrevistado y su visita a Moya.
Me llamo Vicente Tomás Calatayud. Tengo 86 años y nací en un pueblo de Valencia llamado Carrícola. Estuve trabajando en industrias Manclús desde 1956 hasta 1990. Monté casi todos los relojes que pone Manclús en las esferas.
Sí que conocía Moya porque me tocó venir una vez a quitar una campana y el pueblo estaba muy disgustado porque se la llevaran porque era la campana del reloj. Yo simplemente la bajé utilizando cuerdas y después el Sr. Obispo se la llevó a Cuenca.  Me marché a casa con el jefe que vine y ya no he sabido más de ella.
He venido a Moya con un amigo que tengo en Titaguas que quería enseñarme muchas cosas por esta zona. Hemos estado por toda la comarca. En Chelva viendo el reloj y esta tarde aquí muy a gusto con todos ustedes porque aquí tienen un reloj para venir y verlo al que le guste esta faena
“Con el reloj no hay que tener ninguna tolerancia”
Este reloj, prácticamente como se dice, es un reloj muy respetable, es una joya. Estos son relojes que no conocen las máquinas para su fabricación son relojes como les llamamos todos de fragua. Los dientes se hacen con unas varillas sobre la rueda caliente y buscándole la relación pues todos son múltiplos de 60, no se le puede dar otra cosa. En otra cosa podrá usted tener tolerancia, pero con el reloj no tiene ninguna tolerancia. Todos los parámetros tienen que coincidir con 60 que son los 60 minutos que tiene la hora y los 60 segundos que tiene cada minuto.
Las piezas que tiene este reloj son una para el movimiento que se le llama y las otras para la sonería. Porque éste tiene el movimiento que es el que lleva la marcha del reloj. Lo que no tiene es esfera para que se vea, el reloj solamente suena. Y toda la parte de la derecha es todo el mecanismo de sonería en la cual cada vez que llega la hora y cada vez que llega la media suena la campana la hora que es.
“El monaguillo relojero”
Más que nada he trabajado en industrias Manclús en relojes, aunque también he hecho algún trabajo en campanas. Aprendí el oficio no sé porque   debido a la divina providencia que me llevó. En este momento, Vicente se emocionó ostensiblemente. Llegué a industrias Manclús y había sido monaguillo toda la vida y había pasado toda la vida en la iglesia. Me pedían muchos sacerdotes muchísimas cosas y era yo el que tenía que aclararlas porque las conocía. Hasta tal punto que acabé mi vida laboral en casa de Manclús como jefe de taller.
Una vuelta de reloj a España… y más allá
He viajado por toda España y conozco todas sus comunidades y en la que más he entrado por mi trabajo es en Castilla La Mancha. He estado en las cincuenta y dos provincias haciendo mi labor y le he dado más de veinte vueltas a cada una. Y después también estuve una vez que hice tres viajes a Caracas, donde monté tres relojes. En un viaje solamente fui a poner una campana. Las otras veces en el primer viaje monte dos relojes y en la segunda uno. Eran clientes de España. Donde monté dos el sacerdote era de un pueblo de Cuenca, al lado de San Clemente
En casa de Manclús además de hacer relojes y campanas también hacían mucho mobiliario escolar. Cuando se dedicaban al mobiliario escolar llegamos a ser cuarenta personas. En las campanas no hacía falta tanta gente, pero en el mobiliario escolar si hacía falta gente, 7 u 8 soldadores, otros doblando y otros con otras faenas.
“Hay oficios que necesitan una generación para conocerlos bien”
Las campanas han sido un instrumento que ha usado la gente toda la vida.  Tocaban a todo, a misa con diferentes toques, a difunto con diferentes sonidos fuese hombre o mujer, unas señales para hombre, otras para mujer. Cuando llegabas a un pueblo y oías tocar a muerto, si entendías un poco oías lo que decían” una mujer se ha muerto” o un “hombre se ha muerto” por el sonido. En los niños también había otros toques si era niño o niña, pero eso no lo he visto tanto. En Valencia se llamaba este toque cárcel. Lo hacían con la campanita pequeña como si estuviese llorando porque eran niños recién nacidos. En los partos muchas veces si no moría el niño, moría la madre. Por eso hay tantas familias que son hermanos de leche. A la que se le moría el niño se quedaba con la leche y entonces amamantaba al niño o niña que se les había muerto su madre. Estaba la cosa esa que eran muchos hermanos de leche. Cuando dicen que el mundo ha cambiado no es cierto, cambian las personas no el mundo. Este está igual que 500 años atrás, que mil o los que sean. Los que cambiamos somos las personas que adelantamos, cambiamos de parecer o unas personas nos enseñan otras cosas. No se aprende todo de golpe, El de fabricación de las campanas estaríamos aquí toda la tarde contando cosas sobre ellas. Son un instrumento, como se le llama musical que tiene mucho que contar, pero mucho, mucho porque son capaces de dar todas las melodías que Vd. busque. Porque salen de ellas, si el que las toca sabe, todas las notas musicales y sus variaciones, hasta 28 distintas, aunque yo de música no se mucho, pero sí que lo he oído decir. Te colocan un carrillón de campanas y son capaces de cantarte todas las canciones que hay que cantar. Tengo compañeros que montan un carrillón, como hay muchos carrillones de 18 campanas que es toda la escala musical. Les dices tócame lo que quieras. No solamente tocan canciones de misa, si quieres La Párrala también
Cuando una campana está agrietada normalmente no tiene arreglo, primero porque duran mucho y después porque hoy en la época que estamos no se puede romper porque sí. A mí ya no porque no trabajo, pero a muchísima gente que está trabajando no le puede decir a un sacerdote “ven y la vamos a refundir”. En otro tiempo sí, pero ahora no porque la campana tiene a lo mejor 200 años y eso forma parte del patrimonio de la iglesia y entonces lo que hacen es hacerla nueva y esa campana guardarla en la misma parroquia, a donde sea, pero sin romper porque está prohibido por ser un patrimonio cultural de la iglesia. En los años de los tiempos de Franco, por situarnos, entonces no decían nada por refundirlas. Yo fundía campanas y veía también fundirlas porque he trabajado en eso, aunque más en los relojes, y si las refundían bien estaban igual que la original y sonaban igual que la otra. Me acuerdo que cuando en mi pueblo se fundió una vez una campana me la encargaron a mí y la gente mayor quería que la campana sonara igual. Esto era por los años 1960.Cuando vino la campana entonces me dijeron: ¡enhorabuena! porque suena igual que la de antes.  Y es que era el mismo material que la anterior. Claro después ya se han hecho desastres.

“Las piezas del tiempo”
Las piezas que llevan son las normales estableciendo entre ellas una relación. Que den una vuelta a la esfera del reloj, otras una vuelta cada 12 horas. Hay una relación entre unas tres o cuatro ruedas forman parte de todo el conjunto del movimiento y de todo el conjunto de sonería. Es una relación de vueltas y de ruedas dentadas que tienes que ponerte. Porque por ejemplo la minutaría de una esfera lleva dos agujas, la minutara y la horaria. El minutero da 12 vueltas en las 12 horas, una cada hora. Pero la horaria solamente da una vuelta. Son formatos de 12 horas, empiezan con la 1 y acaban con las 12. La aguja horaria da una vuelta a la esfera y el minutero 12 vueltas y la relación la llevan en lo que se llama vulgarmente o técnicamente minuterías
Estas piezas de los relojes se fabricaban ya industrialmente cuando yo trabajaba. Ha habido muchas fábricas que se han dedicado a fabricar relojes con máquinas de todas las clases. Nosotros teníamos las más precisas porque también nos hemos dedicado muchos años, en los últimos que yo he trabajado a la tecnología electrónica que entonces ya están todos preparados. Ahora se hacen memorias para los relojes, aunque yo de eso no entiendo demasiado porque en mi tiempo de enseñanza no había una técnica de esas y conozco más los relojes mecánicos que no los electrónicos porque estos solo sé ajustarlo porque en mi época la técnica no estaba como en estas alturas.
“El tiempo de montaje”
Pues a veces bastante. No es por el número de piezas porque si Vd. se fija en este reloj de Moya no tendrá más de 40 o 50 piezas entre grandes y chicas. Te llamaban para montar un reloj y estabas 15 o 20 días. Llegabas allí y eso no podías montarlo en cualquier sitio, tenías que montarlo en una habitación y buscarle un sitio bueno en la misma para que no tuviera polvo y se mantuviera bien el reloj. Y después montar las esferas. Se montaban con 4 esferas para que se pudiese ver por los cuatro puntos cardinales. Monté uno en la provincia de Huelva, en un pueblo que se llama Valverde del Camino. En ese pueblo estuve casi desde febrero hasta Pascua porque le puse cuatro esferas y tuve que hacer los cuatro huecos a las paredes y están tenían un metro de grosor. Eso costaba tiempo, no un día ni dos. Entonces ponías los aros, los tenías que revestir, montar y posteriormente montaba las esferas. Te pasabas dos semanas montando las esferas sólo. Si hacías cuatro ya se iba tiempo y después en la habitación controlando el desplazamiento de pesas que en muchos lugares estaban los vecinos debajo y no se podían montar verticalmente. Y he montado muchos en iglesias y también en ayuntamientos. Por tanto, la bajada de las pesas había que dirigirlas fuera del edificio y tenías que hacer allí unos trípodes y unas cosas para tirar el cable por debajo y dejar caer las pesas por la parte de fuera del ayuntamiento y eso costaba una barbaridad. Que eso con los relojes electrónicos se ha perdido todo. Ahora es una cajita y allí dentro están todas las memorias y todos los componentes electrónicos que corresponden a un reloj que te dan la hora, minutos, día, semana, mes, año y todo lo que hay. Ahora estos relojes mecánicos han perdido la importancia que tuvieron, aunque para mí son los mejores que se han hecho. Cualquier reloj de estos lo mira Vd. como este de Moya que estamos mirando y si buscará la fecha de fabricación tendrá 300 años sin exagerar porque esto es fragua pura porque hasta los dientes los hacían con un hierro caliente pegándole sobre la rueda y hacían las ranuras que los separan. Después el reloj este una vez que pasó la época de ir a darle cuerda todos los días, entonces salió el de 8 días cuerda y salieron después los relojes de remontaje eléctrico. Y todos esos avances los echaron a perder no por nada es porque este reloj es para que tenga compañía. Lo llevaban entre varias personas e incluso familias enteras. Eran las familias que del abuelo al nieto se iban turnando para darle cuerda al reloj. A medida que iban pasando años entonces resulta que le daban cuerda toda la familia. Tenían que ir todos los días alguno de ellos. En cuanto faltaba alguien el reloj se quedaba sin cuerda y ya sabían que a esa persona encargada le había pasado algo o no estaba en el pueblo porque le faltaba la compañía. Al estar todos los días pendientes del reloj, de darle cuerda y de su mantenimiento, éste iba de maravilla porque todas las cosas tienen como se dice en valenciano su pileta, tienen algo de pillo. Dejaban andar al reloj y aunque en el día se adelantara medio minuto o uno, que eso es mucho, si no lo tocaran cuando llegaba a final se me habría adelantado 15 o media hora. Y aunque sean en vez de minutos sean 2 segundos, porque hay relojes más exactos, tampoco era hora fija – a los 30 días ya lleva un minuto-. Entonces esos hombres hacían una cosa. Dejaban que los relojes se adelantaran y cuando llegaban a la cabina del reloj, al poner la manivela para darle cuerda paraban el péndulo. Daban cuerda a las dos piezas y entonces resulta que pasaba un minuto y a partir de ese momento movían el péndulo comenzaba a correr y lo adaptaban a la hora. Cuando vino la cosa técnica de lo que hay ahora estos relojes se quedaron atrasados con respecto al nivel de vida que llevaban los más modernos. Estos eran muy exactos y ahora que funcionan con GPS o vía radio más. Estamos pasando una época que el reloj este de Moya ha perdido la compañía que es le hacía falta para andar bien. Porque yo he montado relojes que muchos me han dicho: -no te preocupes que el que montes tú no será como éste- ¿Por qué? Aquí hasta que se murió fulano mejor que iba aquel no ha ido y no ha habido ningún reloj tan exacto como aquel. Y no iba bien. Resulta que el hombre tenía gusto en llevarlo y no se le iba el reloj nada porque lo veía todos los días. Todos los días lo ponía en hora a la hora que llevaba él y claro que iba exacto (risas).

“El reloj más grande que he montado”
Mire sin ir más lejos en mi pueblo hay uno que tiene cinco esferas y están muy contentos los vecinos de Carricola y yo también. (Muy sonriente). Usted dese cuenta que lleva cinco esferas y yo siempre les digo: - vosotros no sabéis lo que tenéis-. En 22 pueblos que tiene lo que nosotros llamamos la Val d´ Albaida no hay ninguno que tenga cinco esferas, cuatro si, pero cinco no. Y este lleva las cuatro que lleva la torre de la iglesia más una que lleva el ayuntamiento que está a 200 o 300 metros de la iglesia. Y funciona todo con el mismo módulo que es el que está en la sacristía y con el que tocan las campanas del pueblo, todas las misas y oficios. Cinco esferas con un mismo módulo.
También monté una vez uno en una estación de autobuses en Huesca que ese todavía llevaba más esferas, pero no era un reloj público sino de una casa de coches de línea que con un mismo módulo atendía a varias esferas situadas en diferentes lugares de la estación. Pero esto era más complicado por la electrónica.
El oficio de campanero
He montado muchas. Antes de meterme a fondo en lo de los relojes como todo el mundo hice otras cosas antes, como montar campanas que me gustaba mucho montarlas. Pero me gustó más la cosa técnica del reloj porque en el trabajo de las campanas tenías que hacer mucha fuerza. Pero también he montado muchas porque, mire he sido una persona muy feliz en mi oficio. Me gustó mi trabajo, le tomé cariño y aun le tengo. No he tenido nada contra esas cosas, contra los relojes yo no he ido nunca, siempre a favor y con las iglesias igual. Comencé de monaguillo en la iglesia y terminé dominando la iglesia en todas sus facetas. Venia muchísima gente diciéndome –Yo quisiera que me hiciera esto o lo de más allá-. Y el jefe les decía: -  Espérese que venga Vicente Tomás   que cuando venga ya se lo aclarará (Risas y emoción). No tenga miedo que él ya vendrá. Y me han pasado muchas cosas que puedo contarle porque todo son verdades. Una vez estaba fuera y me llamó un cura a la casa y preguntó por mí que fuera que las campanas no iban a medio bando que las gastan para difunto, sino que daba la vuelta. Cuando las tocaban a medio bando tenía que ir de un lado a otro, en vaivén, pero sin dar la vuelta. Fueron los compañeros míos, miraron y le dijeron al cura: - Esto hay que cambiarlo todo porque se han estropeado muchas cosas, los finales de carrera que hacían que la campana diese la vuelta. Claro valía dinero todo y el cura le dijo al Sr. Manclús: - Mire me han dicho esto los operarios que usted me ha mandado, pero espérese que venga Vicente y lo vea y cuando él venga pues haremos lo que sea. Cuando yo llegué, porque estaba casi siempre de viaje, me mandaron allí y me fui con el cura al centro de la sacristía.  - ‘¿Qué le pasa D. José? -Mire que la campana tal no me va a medio vuelo y voltea. Le dije: Vamos fuera. Desde la sacristía no se van nada, ni las campanas ni el campanario. Y le comenté: esa campana no voltea. -  No ve usted que está volteando. Y le volví a decir que no por el sonido que producía la campana pan...pan. pan. Pues no da la vuelta.  -Pero hombre que sí. Y no había manera de convencerlo. Muchas veces lo ha contado esto el cura. Yo le dije: -Vámonos a la calle y verá como no da vueltas. Y llegamos a la calle la campana seguía tocando y nada más que mira al campanario se da cuenta de que no daba vueltas. El cura hasta se enfadaba conmigo porque le contradecía- ¡Será posible que tú dentro de la iglesia supieses que la campana no daba vueltas! – Pero usted se cree que yo soy tonto. Al final le dije que la campana tenía que tener conexión a una parte y claro se le estropeó una pieza pequeñita que se llama relé y no actuaba cuando iba a izquierdas y se volvía para atrás. Y siempre hacía lo mismo. Fue al coche, traje un relé y se lo cambié. Eso me pasó no solo con ese cura sino con muchos. Estuve en esa casa Manclús hasta que se terminó casi todo, pero creo que fueron 36 o 37 años, y muy a gusto y la gente nos hemos querido mucho tanto ellos a mi como yo a ellos. Hemos tenido nuestros más y nuestros menos no por la cosa profesional. Pero si Vd. viese las fotos de mi boda mi jefe estaba allí, fue el padrino y vino con su familia. A veces no compaginábamos los pensamientos ni la cosas porque él era el amo y yo un empleado. Yo le decía: “Yo no haría eso nunca” – Hombre es que yo tengo que tener una empresa que me dé dinero. –Pero no se gana el dinero así, se gana de otra manera trabajando adecuadamente. Pero nunca reñimos en nada. Hemos tenido una buena relación entre los trabajadores y aun la tenemos los que quedan, han muerto varios.
La industria sigue funcionando en la actualidad, pero de los años aquellos que yo entré no queda ninguno. Aun funcionan, pero la llevan unos chicos que trabajaron allí y yo trabajé con ellos. Se han ido jubilando y solo quedan 1 o 2. Llegamos a ser allí entre unos y otros casi 40   e incluso a veces más de 40. Y en las campanas eran 8,10 o 12 personas
Campanas del campanario de Santa María de Moya el día de la entrevista. Las habían bandeado en homenaje a nuestro entrevistado Vicente Tomas Calatayud los asistentes a la entrevista Julián, Enrique, José y Antonio. Y las dejaron un momento paradas con el yugo hacia abajo. Mariano López Marín
“La madera de la campana”
 “Aunque algunas se les ponía un yugo de hierro lo tradicional en las campanas ha sido colocarles un yugo de madera. De madera sí que no sé porque no me he dedicado a hacer los yugos esos y no sé de qué tipo de árbol eran. Pero antiguamente los hacían de carrasca o también llamada encina. Esa madera es muy dura y la dejaban secar y todo. Nunca la ponían recién cortada porque si no se agrietaba o cuando se secaba se quedaba la campana floja. En las maderas que están poniendo en la actualidad hay unos mantenimientos que les obligan a tener porque no está igual de fuerte la campana en verano que en Navidad por las diferencias de temperaturas. En Navidad si llueve y se moja la madera hincha. Pero el día de San Lorenzo, 10 de agosto, siempre ha sido el día de las campanas. Todo el mundo iba ese día a apretar y ajustar las campanas (con sonrisas) “
“Ya tenía ganas de verte”
Este reloj ya lo creo que me ha gustado y muchísimo. Yo cuando llego y veo el reloj y lo miro le digo: “Ya tenía ganas de verte” (Muy contento). Estos tipos de relojes, los miro, los aprecio y me encantan. No he arreglado nunca un reloj de pulsera. Alguno de pared si, pero mis relojes son los de campanario y de esos le puedo decir que tengo en casi todo el mundo porque he montado en España que la he recorrido de 8 a 10 veces, la provincia de Toledo la tengo trillada. El otro día repase mis notas por si preguntaban   ustedes En Toledo hay más de treinta montados por mí. En la de Ciudad Real hay sesenta, en la de Guadalajara creo que son 20 y en la provincia de Cuenca más de 50. Estuve mirando porque yo lo tengo todo anotado. Muchas cosas tengo que repasar mucho en libros y libretas rellenas de historias de mi trabajo, pero mira como ahora ya no tengo nada que hacer me siento y me pongo a repasar estas cosas de toda una vida. Esto aquí, lo otro más allá. Me tocó hacer esto en lo que he sido muy feliz y no estoy arrepentido de lo que he hecho. También le doy las gracias a mi mujer que ha tenido mucha paciencia pues estaba mucho tiempo fuera de casa por mi trabajo. (Se emocionó mucho). Nos casamos, yo ya trabajaba en casa de Manclús, y al poco tiempo me compraron un coche y me pasaba tiempo viajando. Mi mujer ha criado a las hijas, me ha mantenido a mí, ha mantenido la casa y eso a todas las mujeres tampoco les iba bien. Otras mujeres han sabido decir: es que siempre estas fuera de casa, es que te vas...: Mi mujer nunca ha dicho nada de eso, al contrario, ha sido un apoyo muy grande para mí.
“El enfado de la gente”
La campana la quité yo y la bajamos con cuerdas y la gente estaba enfadada, pero enfadada conmigo y con todo el mundo porque la gente que había entonces aquí porque yo me llevé esa campana lo menos hace 40 años y entonces de los que estaban entonces que eran como nosotros ya no quedaran ninguno. Después de 40 años los que tenían 40 años ya casi ni se acuerdan. Le hicimos el comentario que en Santo Domingo hay un hombre de 105 años y él nos dijo: Seguro que él se acordará. La gente estaba así porque querían poner un reloj en Santo Domingo de Moya y querían vender una campana de aquí para pagar el reloj aquel .El trato que tenía hecho el jefe  mío  con el sacerdote pero claro la gente que vivía aquí no estaba dispuesta  a que se llevaran la campana y tenían razón la gente de aquí es que hay  que reconocer  las cosas como eran porque es que primero le decían Sr. Cura no quite la campana y el reloj lo pondremos si quiere usted en Santo Domingo de Moya  y nosotros le ayudaremos a pagar el reloj. Eso es tener razón y ponerse en el sitio de esa gente. ¿Sí o no? Y no quiso el sacerdote aquel y claro entonces me obligaron a mí personalmente a que bajara la campana. Yo no tenía más remedio que bajar la campana. Con las cuerdas y los quinales que teníamos para bajarla la bajé, la dejé ahí y como venía con el jefe, con el jefe me marché para Valencia y se acabó. Ya no sabido nada más sobre el aspecto de esa campana. Pero al cabo del tiempo le pregunto yo un día a mi jefe ¿Cómo has quedado con la campana de Moya? aún está allí no la traen.  Y me dijo: - “Uy la campana de Moya dice ¿sabes a dónde está? “- ¿Dónde?  - En el obispado de Cuenca. El obispo ha visto todo aquello que se armó allí se la ha llevado y está en el obispado de Cuenca. Que yo entonces como viajaba también bastante por Cuenca un día se me ocurrió estando por Cuenca, que trabaje por Carboneras y todos aquellos pueblos también he trabajado mucho. Y se me ocurre por la cabeza ir al obispado y efectivamente la campana estaba allí. Y a ustedes y a quien se ha puesto hoy por aquí que aún está allí la campana. Entonces la campana no se la llevó nadie. A pesar de todo de lo que pueda haberle pasado a la campana pueden estar satisfechos porque al fin y a la postre por quien sea la campana está allí. Uno de sus amigos, Enrique, que lo acompañaba comentó en este momento: “Pero ellos quieren que vuelva aquí”. Y el Sr. Vicente dijo: “Pero eso es ya cuestión de que se solicite, pero no sé quién me ha dicho esta tarde por ahí (los que estaban presentes dijeron el alcalde) que quiere hablar con el obispado para que esa campana vuelva aquí. Y le he dicho yo a él” Pero no le dará lo mismo al obispo” – “Que va hombre” entonces se la puede dar a usted regala”. Algunos asistentes comentaron que no solo está depositada la campana en el obispado sino también muchos objetos del tesoro de Moya. Se los llevaron para que no los robaran.  Mire yo me he criado en un pueblo y pequeño y estoy muy a gusto donde nací. Y hay un refrán que dice: “pueblo pequeño infierno grande”. Pero es verdad eso. En un pueblo pequeño y yo lo veo en el mío que da igual uno que vaya a misa que no vaya, que no quiere ir que no vaya. Pero en cuanto tocan una cosa del pueblo, igual da que sea civil que eclesiástica al que toca y no le tenían que haber tocado se enfada. Aunque sea una persona fea. Y yo no voy nunca, pero va Vd. y toca un cirio o una cosa que es religiosa de una ermita que tienen o de cualquier sitio se riñe con el que se ponga. Es que la gente de los pueblos estima mucho su patrimonio y yo comprendo que la gente de aquí estuviera enfadada y no tuviera ganas de jaleo ni nada y que se estimasen su campana.
Terminamos la entrevista cuando el reloj de Moya daba las seis de la tarde y a continuación hubo un volteo de campanas que entusiasmo a nuestro entrevistado porque ha estado toda su vida con ellas.
Nos despedimos todos del Sr. Vicente y sus dos amigos, deseándole una feliz vuelta a Valencia, dándole las gracias por haber venido a Moya, ver su reloj y concedernos esta entrevista. Y lo invitamos a estar entre nosotros el próximo septenario de Moya en septiembre de 2018, si sus fuerzas le acompañan. Fue un placer entrevistarlo y compartir con él sus muchas vivencias y su humanidad.
El Reloj de Moya y su restauración
En el campanario de la iglesia de Santa María de Moya hay una placa junto al reloj que dice:
Reloj de la Villa
Máquina de principios del S. XVIII, presumiblemente construida por el patricio, ingeniero e ilustrado Moyano Don Nicolás Peinado Valenzuela (1695 - 1762).
Relegado al olvido por avería desde el primer tercio del S. XX se reconstruye a principios del S. XXI por los profesores y alumnos de la Escuela de Relojería sita en el Instituto de Enseñanza Secundaria y Superior de Enseñanza Profesional La Merca, de Barcelona, incorporando todo el sistema de escape y regulación, compuesto por piñón,
eje, rueda de escape y áncora, junto con el péndulo, además de los piñones y manivela de remontaje. Especial mención al profesor D. Ramón Besarán Clarete y al alumno D. Miguel Ángel González Muñoz, que hicieron suyo el proyecto de restauración y fallecieron antes de verlo terminado.
Se reinstala en su primitivo emplazamiento el mes de septiembre del año 2004, con motivo de las fiestas del LIII Septenario, siendo cura párroco de esta iglesia de Santa María Don José Antonio Campanero Sierra

El reloj se pone en funcionamiento en días puntuales porque que hay que subir todos los días para darle cuerda por que le dura poco más de 24 horas. También añadir que el funcionamiento de ese reloj desde su restauración corre a cargo de las personas que se dedican a mantenerlo funcionando por afición únicamente, de ahí que solo funcione en días puntuales. Han sido sus encargados desde su restauración Régulo Algara Hernández que se preocupó de llevarlo a Barcelona para que lo arreglarán y el actual encargado Sergio Cano Millán. Ambos con una dedicación a esta actividad digna de elogio.

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