Las raíces de la trashumancia tienen al menos 2.500 años de antigüedad
Que la trashumancia, el movimiento de ganado de las
montañas en primavera y verano a los valles en otoño e invierno, es una
práctica ganadera muy antigua, nadie lo duda. Ahí está el Concejo de la Mesta,
creado en 1273 por Alfonso X el Sabio, reuniendo a todos los pastores de León y
de Castilla en una inédita asociación ibérica, la primera institución de
derecho público en favor de las ovejas. ¿Pero cuándo nació en la península
Ibérica esta tradicional técnica de manejo ganadero?
Gracias al análisis biogeoquímico de diferentes
isótopos estables aplicados a dientes de ovejas encontrados en yacimientos
arqueológicos españoles, ahora sabemos que la trashumancia era frecuente hace
2.500 años.
El estudio de los componentes químicos y biológicos
de un conjunto de dientes de ovejas ha permitido a los investigadores confirmar
que, entre los siglos III a. C. y II a. C., la población ibérica dedicada a la
agricultura y la ganadería practicaba movimientos altitudinales estacionales,
de modo que en ciertas épocas del año se trasladaban a vivir a la montaña para
encontrar mejores pastos. Los investigadores han podido confirmarlo a través
del análisis biogeoquímico de diferentes isótopos estables aplicados a un
conjunto de dientes de ovejas procedentes de cuatro yacimientos arqueológicos
de Catalunya.
Los resultados obtenidos son fundamentales para
comprender las estrategias ganaderas adoptadas por las comunidades ibéricas,
que se basaban en una gran adaptabilidad a su entorno y el uso de una
sofisticada red de relaciones sociales y económicas.
Esta es la principal conclusión del estudio
publicado en la prestigiosa revista científica Frontiers in Environmental
Archaeology por Chiara Messana, investigadora predoctoral en el IPHES-CERCA,
junto con Carlos Tornero (Universitat Autònoma de Barcelona – IPHES), Richard
Madgwick (Universidad de Cardiff), Angela L. Lamb y Jane Evans (British
Geological Survey) y Lídia Colominas (Instituto Catalán de Arqueología Clásica,
ICAC-CERCA).
La movilidad altitudinal estacional ha sido durante
siglos una práctica ampliamente utilizada por las comunidades ganaderas de la
península Ibérica, lo que les ha permitido hacer frente a los cambios del clima
mediterráneo. Hasta ahora, se creía que comenzó a llevarse a cabo en la época
romana, pero los resultados de la investigación recién presentada demuestran
que las comunidades ibéricas que ocupaban nuestro territorio ya practicaban
mucho antes estrategias de movilidad de su ganado, especialmente ovejas.
El análisis biogeoquímico de isótopos de carbono,
oxígeno y estroncio aplicado a los restos dentales de ovejas de cuatro
yacimientos arqueológicos catalanes (Mas Castellar de Pontós, Tossal de
Baltarga, Sant Esteve d’Olius, Turó de la Rovira) ha revelado una compleja red
de movimientos ganaderos por parte de las comunidades catalanas durante el
siglo III a. C.
«Estos resultados ponen de manifiesto la
extraordinaria capacidad de adaptación de las poblaciones ibéricas para hacer
frente a los desafíos climáticos y geográficos antes de la llegada de los
romanos y sus mejoras zootécnicas», comenta Chiara Messana, investigadora
predoctoral en el IPHES-CERCA.
Las poblaciones ibéricas de la Edad del Hierro
poseían un amplio conocimiento y experiencia en la cría, gestión y explotación
de ovejas. Esta habilidad les permitió superar con éxito los duros inviernos de
montaña y los veranos áridos de las tierras bajas. Sin embargo, la adopción de
una estrategia de ganadería móvil no era una práctica generalizada y estaba
estrechamente relacionada con las condiciones ambientales, las necesidades
económicas y las decisiones políticas de cada asentamiento.
Como resultado, en los cuatro yacimientos examinados
en este estudio se documentaron cuatro modelos de ganadería diferentes:
• Mas
Castellar de Pontós (Girona, 154 msnm) presentaba un sistema ganadero
sedentario;
• En
el Tossal de Baltarga (Bellver de Cerdanya, 1166 msnm), el único asentamiento a
gran altitud, parte del rebaño practicaba una movilidad altitudinal estacional
entre dos ecosistemas complementarios, desplazándose hacia las tierras bajas
durante el invierno;
• En
Sant Esteve d’Olius (Solsonès, 664 msnm) se detecta un tipo de movilidad
unidireccional, con la agregación de ovejas de procedencia externa al rebaño,
probablemente en el marco de un sistema de intercambio de productos
• En
el Turó de Rovira (Barcelonès, 266 msnm), una parte del rebaño practicaba
durante el verano una movilidad estacional de corta distancia.
Implicaciones para la antigua Iberia
Los resultados de este estudio no solo proporcionan
una comprensión más completa de la gestión ganadera llevada a cabo por las
comunidades ibéricas del noreste peninsular, sino que también tienen
implicaciones históricas significativas.
Las primeras evidencias de movimientos altitudinales
estacionales entre los Pirineos y las tierras bajas en el Tossal de Baltarga
ponen de manifiesto la existencia de un mundo ibérico-pirenaico más integrado y
conectado con las comunidades de la llanura. A la vez, el estudio abre una
línea de investigación para la identificación de estrategias similares en la
Meseta Ibérica, donde también podría haber estado presente este fenómeno.
El estudio también subraya la existencia de
complejas relaciones políticas entre las diferentes comunidades ibéricas que
habitaron el noreste peninsular, fundamentales para facilitar la movilidad de
los animales entre los distintos territorios.
Lídia Colominas, del ICAC-CERCA, destaca que “el
estudio pone de manifiesto la importancia de la ganadería durante la Edad del
Hierro y nos indica que había zonas de pastoreo específicas que se
complementaban con la agricultura”.
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