"En Henarejos puedo poner en pausa el ritmo trepidante de la gran ciudad”

Christo Casas (Cuenca, 1991), antropólogo y periodista, es de Henarejos, una pequeña localidad de la Serranía Baja de Cuenca, con pasado minero, donde vivió su infancia y adolescencia y del que salió para estudiar Periodismo a la Universidad de Valencia. Ahora reside en Barcelona donde trabaja. En 2021 publicó la novela El Power Ranger rosa y en 2023 el ensayo Maricas malas: construir un futuro colectivo desde la disidencia (Paidós).

 “Creo que es difícil que nadie hable mal de su lugar de origen”, dice. “Henarejos es un pueblo que tiene muchas carencias y que tiene muchísimas necesidades. En su día tenía bastantes servicios: ambulatorio a diario, panadería, tenía incluso varios bares a pesar de ser un pueblo tan pequeño. Desgraciadamente hoy en día es un pueblo en el que la gente no puede hacer un proyecto de vida porque se ha vaciado completamente de servicios. Es un pueblo precioso, encantador, pero es un pueblo que ya no tiene un servicio médico diario. Si tienes una urgencia lo mejor es que venga a por ti un helicóptero porque como tengas que esperar a la ambulancia es probable que no lo cuentes. Es un pueblo que, como tantos otros de Cuenca, necesita recuperar la atención de quienes nos gobiernan”.

A Henarejos suele ir a menudo “sobre todo a pasar tiempo en familia y relajarme muchísimo”, dice. “En Barcelona ocurre lo contrario que en Henarejos, hay demasiadas cosas que hacer, es demasiado trepidante, hay incluso demasiados servicios y demasiada atención. Cuando voy al pueblo me gusta acompañar a mi abuelo Victoriano en el huerto para ver los tomates. Me gusta pasar el tiempo con mi tía que hasta hace bien poco llevaba la única tienda de ultramarinos del pueblo. Me iba con ella a los pueblos vecinos a hacer sus rutas".

 "En Henarejos puedo poner en pausa el ritmo trepidante de la gran ciudad y volver a conectar con esa tranquilidad de la infancia", añade. "Me gusta mucho ir en invierno porque es un pueblo en el que acostumbra a nevar. Yo me he criado toda mi vida conociendo o viendo muy bien el cambio de las cuatro estaciones: los colores del otoño, pasando el frío del invierno y el calor de la leña y luego una primavera súper olorosa y fragante. Eso en las grandes ciudades no lo tenemos. Allí las cuatro estaciones son siempre igual de grises”.

 De pequeño “quería ser corresponsal de guerra”, dice. “Teniendo seis o siete años, es una cosa un poco rara de decir, veía el telediario cuando otros niños veían los dibujos. Yo ya era así de repelente. Veía la guerra del Golfo, la guerra de Irak, Sarajevo, las diferentes guerras que han marcado mi infancia y a mí me interesaba muchísimo ese trabajo que hacían los informadores e informadoras desde aquellos territorios".

"Escribir y leer siempre se me ha dado bien", añade, "y me ha gustado bastante y una cosa acabó llevando a la otra. Al final no hago periodismo de guerra, pero me parece que hoy en día todo el mundo vive con una guerra a dos clics de su pantalla. Demasiado cerca” / LEER NOTICIA COMPLETA

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