Halladas 14 pinturas del Neolítico que se desprendieron de una pared rocosa de Cuenca
Fue el arqueólogo Juan Cabré (1882-1947) el primero
en identificar en 1902 las estilizadas figuras de cérvidos que se distinguían
en el abrigo rocoso de Calapatá (Teruel). Hasta entonces, los dibujos rojos,
blancos o negros que representaban escenas de caza en las paredes de las
serranías mediterráneas habían pasado completamente desapercibidos. Cabré había
descubierto el arte rupestre levantino, una representación pictórica, y
ocasionalmente grabada, que solo se encuentra en paisajes de montaña a lo largo
de todas las regiones de la península Ibérica próximas al Mediterráneo. Desde
entonces, las características culturales y cronológicas de estas pinturas han
sido objeto de encendidos debates entre los investigadores, que han propuesto
distintas hipótesis. Mientras unos las vinculan con los últimos grupos de
cazadores recolectores del área mediterránea, otros las asocian a la llegada de
los colonizadores neolíticos desde el Mediterráneo, portadores de la
agricultura y de la ganadería. Es decir, se desconoce el momento exacto en que
fueron realizadas.
Ahora, un equipo de investigadores y estudiantes
codirigido por los arqueólogos Juan Francisco Ruiz López, de la Universidad de
Castilla-La Mancha (UCLM), y Virginia Barciela González y Ximo Martorell Briz,
de la Universidad de Alicante, ha descubierto dos bloques con pinturas
levantinas desprendidos de la pared de un abrigo en el Espacio Natural
Protegido de las Hoces del Cabriel (Minglanilla, Cuenca), en una intervención
financiada por la Viceconsejería de Cultura de Castilla-La Mancha. Son los dos
primeros bloques caídos con este tipo de pintura rupestre ―en los que se
conservan 14 figuras de animales― que se recuperan en una excavación, por lo
que su estudio abre las puertas a una datación relativa (algo que hasta ahora
no ha sido posible) gracias a los materiales coetáneos (huesos, objetos...)
hallados junto a ellas tras la caída.
Ruiz López, investigador principal del proyecto y
profesor de Prehistoria de la Facultad de Ciencias de la Educación y
Humanidades de la UCLM en Cuenca, explica que “el descubrimiento tiene una
importancia fundamental para la comprensión de este fenómeno cultural porque la
cueva contiene objetos que podrían ser coetáneos con el momento de realización
de las pinturas, algo que hasta el momento ha sido objeto de profundas
discusiones y especulaciones”.
El análisis de los materiales extraídos del abrigo y
las dataciones radiocarbónicas (C14) permitirá aproximarse a los momentos en
los que la cueva fue habitada y, en un futuro, quizás conocer con mayor
precisión la adscripción de las pinturas, su marco cronológico, el contexto
paleoclimático y ambiental, así como la función que tenía el lugar para sus
moradores. “El arte levantino”, incide Ruiz López, “tiene problemas de
datación. No hay un marco cronológico seguro debido a que hay escasas
posibilidades de datación directa de los pigmentos. De modo que, al haber
bloques caídos sobre algunos estratos [sedimentos arqueológicos] podremos, si
las condiciones son buenas, correlacionarlos con el contexto arqueológico y, de
este modo, estaríamos más cerca de poder relacionarlo con las actividades de
los cazadores-recolectores o con las de los pastores y agricultores”. ¿Y cómo
se determina el momento? Con estudios de la formación de los niveles
arqueológicos del yacimiento y con su datación con la técnica del carbono 14
sobre huesos y vegetales carbonizados.
También el análisis de los restos de ocre rojo
(óxido de hierro) recuperados en la excavación permitirá comparar su
composición con la del pigmento rojizo empleado en las pinturas y de este modo
ver si existe alguna coincidencia que permita establecer una asociación entre
las mismas y alguna de las ocupaciones humanas de la cueva. Ambos bloques, así
como el resto del registro arqueológico, serán depositados en el Museo de
Cuenca, donde podrán contemplarse a medio plazo.
El arte levantino es una producción gráfica
prehistórica única en Europa. Se caracteriza por el naturalismo, dinamismo y la
narración, que permite interpretar con bastante precisión las acciones en las
que participan las figuras de animales y humanas que fueron representadas,
aunque no siempre fueran un reflejo literal de sus modos de vida y pueda
tratarse de escenas simbólicas. Las escenas que reproducen son bastante
complejas y describen actividades como la caza, la guerra o acciones sociales y
rituales como la danza. Este tipo de arte rupestre, fundamentalmente, se
pintaba en color rojo, pero al conservarse en abrigos y covachas al aire libre,
arrastra problemas muy graves de conservación por su exposición a las
inclemencias meteorológicas durante milenios.
Es un bien extremadamente frágil, una singularidad
que le llevó a entrar en 1998 en la Lista de Patrimonio Mundial de la UNESCO,
bajo la denominación genérica de Arte Rupestre del Arco Mediterráneo de la
península Ibérica. En el caso de la provincia de Cuenca están incluidos varios
abrigos localizados en los municipios de Villar del Humo y Minglanilla, en una
ruta conocida como Hoz de Vicente.
Los dos bloques recuperados conservan un mínimo de
14 figuras de animales, principalmente cabras y ciervos, las especies más
habituales en este estilo. De momento, no se han identificado figuras humanas,
aunque alguno de los ejemplares tiene flechas clavadas en sus cuerpos. Según
los expertos, estos dibujos presentan un destacado grado de detallismo, a pesar
de que algunos no superan los cinco centímetros de longitud y que pueden corresponderse
con crías de ciervo.
Casi todas las figuras fueron realizadas con tonos
rojos, aunque también se conservan tres pintadas en blanco. Según Ruiz López,
“las pinturas levantinas de color blanco son frecuentes en el núcleo de
Albarracín, pero fuera de esta sierra turolense son muy excepcionales. Se
conocen varias figuras blancas en Cataluña y diversos adornos en blanco
añadidos a figuras rojas en abrigos de Castellón y Cuenca. Las de Minglanilla
son, por tanto, las más meridionales que se han hallado nunca”.
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