Cosas de pueblo
OJOS DE MOYA
| Llega el otoño, que en estas tierras
es “medio invierno” y la lumbre comienza a apoderarse de los hogares
“Por Todos Los Santos la
nieve en los altos y por San Andrés, en los pies”
Debiéramos estar
acostumbrados, aunque el capricho venga a desmano de octubre. Hace frío, mucho
para tan temprana fecha, la Sierra de Cuenca ya blanquea dando pie de rima al
refrán y los tizones comienzan a varear los humos a los cielos grises de la
comarca.
La lumbre debe ser la
única fuerza de la Naturaleza que quita angustias sin medicina de por medio. A
su calor, como la mesa de un banquete, se va arrimando la vecindad, arrugando
la nariz al olor del puchero que siempre acompañó al ascua, dando negrura al
café o cuerpo de oficial al cocido. Siempre a punto, eso sí, como guardián de
garita para pedir el alto y la pregunta. ¿Un sorbo?
Ya fueron quedando
atrás, o convirtiéndose en cajas tontas, las tertulias, que antaño nunca
terminaban con los abuelos desempolvando recuerdos y los nietos tomando nota
como en clase de álgebra.
Son “cosas de pueblo”,
que hoy, casi con desdén, dictan desde otros lares. Cosas de pueblo que nunca
deben perderse, porque esa lumbre, entendemos, nos conecta con lo más profundo
de nuestra existencia humana.
Mientras la llama esté
prendida, escondida en algún pueblo, seguirá iluminando el saber de estas
tierras.