"Sólo el Cristo parece perdurar en un pueblo habitado de sombras"
(los) OJOS DE MOYA | Como cada tercer domingo de mayo, la villa de Moya
honrará al Santo Cristo de la Caída en una jornada de devoción y apego a la
historia propia
"A hombros, los vecinos de Moya, un pueblo en ruinas
situado en el marquesado del mismo
nombre en Cuenca, suben al Cristo de la Caída entre los cascotes de tiempos
pasados a lo alto del cerro. Portan como su tesoro a un Dios débil, hecho a nuestra imagen y
semejanza, que apoya su mano en una piedra para levantarse una vez más.
Han pasado los siglos. Las viejas glorias, castillos, mansiones y conventos, son solo vestigios de piedra, cascotes de una arrumbada historia de esplendor. Sólo el Cristo parece perdurar en un pueblo habitado de sombras. Sólo Él vuelve a resucitar cada año recortándose sobre el azul, recordándonos que no hay desgracia, ni dolor, ni miedo, ni caída de la que no nos podamos levantar para comenzar de nuevo y reconstruir la casa que no destruye el tiempo; la del alma que cree y amanece cada día desde la fe en su palabra: “Yo soy la resurrección y la vida”. PEDRO MIGUEL LAMET, poeta, escritor y periodista.
Han pasado los siglos. Las viejas glorias, castillos, mansiones y conventos, son solo vestigios de piedra, cascotes de una arrumbada historia de esplendor. Sólo el Cristo parece perdurar en un pueblo habitado de sombras. Sólo Él vuelve a resucitar cada año recortándose sobre el azul, recordándonos que no hay desgracia, ni dolor, ni miedo, ni caída de la que no nos podamos levantar para comenzar de nuevo y reconstruir la casa que no destruye el tiempo; la del alma que cree y amanece cada día desde la fe en su palabra: “Yo soy la resurrección y la vida”. PEDRO MIGUEL LAMET, poeta, escritor y periodista.
Moya se prepara para una de sus citas anuales
con su propia historia. El tercer domingo de cada mes de mayo el Santo Cristo
de la Caída vuelve a salir en procesión por la Villa para rendir honores a la historia,
para rendirse tributo mutuamente. Fiesta de fe, de religión y liturgia, pero
también de amor, de rebeldía y de orgullo por mantener el cimiento de lo que ha
de ser el futuro.
La Novena al Cristo ya va calentando motores
hasta este viernes, para abrir camino primero a San Isidro, que bendiga los
campos para que vuelvan a brotar en la mañana del sábado, y ponga piedra en el
camino del domingo para el Santísimo Cristo, el que se cae y se vuelve a
levantar con la Cruz a cuestas.
Una metáfora, sin duda, más allá de la fe, que
habla de un pueblo que debe levantarse sobre su propia historia, sobre su bella
ruina… Las caídas, bien se sabe, deben ser siempre momentáneas. Fotografía
: Mi Buhardilla Blog