“El fuego de San Martín de Boniches cambió la concepción de la extinción de incendios en toda España”
OJOS DE MOYA | La extinción de San Martín de Boniches
del año 1994, el mayor incendio forestal de la historia de Castilla-La Mancha
© SEIF CUENCA |
No tiene sentido intentar evaluar la extinción de un incendio acaecido hace 25
años con los criterios que tenemos hoy en día. Los dispositivos eran
diferentes, los tiempos de trabajo eran mucho más largos, los equipos de
protección individuales no eran obligatorios y la organización de los incendios
no se entendía como se hace ahora.
Lo que está claro es que el año 94 supuso un
punto de inflexión en la concepción de la extinción de los incendios forestales
en todo el país. En aquella época la BRIF marcaba el camino hacia la
profesionalización y fue el espejo donde los dispositivos de las comunidades autónomas
miraron para mejorar.
Como hemos comentado anteriormente,
la extinción del mayor incendio en Castilla-La Mancha se alargó durante catorce
días y durante los seis primeros, el incendio estuvo fuera de capacidad de
extinción, al menos, durante las horas diurnas. Lo habitual en los grandes
incendios es que los momentos más críticos se alarguen durante dos días, tres a
lo sumo. Sin embargo, estamos ante un incendio que se propagó sin control
durante seis largos días, lo que nos da una idea de la magnitud del problema.
Debido a los pocos
documentos gráficos que se conservan, es difícil hacerse una idea del
comportamiento del fuego durante aquellos días. Pero si comparamos los años de
fuegos más extremos que hemos tenido como 2005, 2009 o 2012; y tenemos en
cuenta que en 1994 las condiciones de estrés hídrico de la vegetación eran muy
superiores a las de aquellos años, podemos afirmar que los incendios tuvieron
fuegos de copas activos durante gran parte del día. Y la extinción debió tener
una complejidad difícil de imaginar si lo comparamos con los incendios de los
últimos años.
En la única foto que
conservamos del inicio del incendio, se observa un fuego de copas violento y
una columna convectiva que indica, desde un primer momento, un comportamiento
del fuego muy extremo. Desde el año 2004 que se empieza a generalizar la toma
de imágenes por el dispositivo, no se ha registrado un incendio que muestre
unas características tan violentas en su inicio.
A pesar de lo complicado
que debió ser la extinción del incendio durante las horas diurnas, siempre se
puede aprovechar alguna oportunidad que te ofrece el medio para intentar
controlar algún sector. El flanco derecho-cola se detuvo en una zona que ya
había sido afectada por otro gran incendio en 1991 que se inició en la
localidad de Villar del Humo.
Las operaciones de
extinción en aquella época se basaban casi exclusivamente en el ataque directo.
El número de autobombas disponibles era reducido y se buscaba básicamente
estabilizar el fuego hasta que pudiera pasar la maquinaria pesada. Por entonces
era muy habitual el uso de mochilas extintoras complementadas con un buen uso
de herramienta manual y con lo que se convertiría en la especialidad de la
provincia: el extintor de explosión. Aunque actualmente ya no se usa, durante
muchos años fue una herramienta imprescindible para todas las cuadrillas
provinciales. A partir del año 2000, su peligrosidad y el aumento del número de
camiones autobomba hizo que fueran cayendo progresivamente en desuso.
Desde los años 80 era
habitual el uso de maquinaria pesada en toda la región. Estos equipos
trabajaban tanto en labores de perimetración como haciendo ataque directo.
Durante el incendio, la empresa publica TRAGSA realizó un despliegue de
bulldozers encomiable, a la que se sumaron las máquinas adaptadas que operaban
en Ciudad Real a través de una empresa privada, y que tenían un depósito de
agua en la parte trasera para ir refrescando conforme avanzaba la máquina.
La gravedad de la
situación requirió de medidas extraordinarias y esto llevó al operativo a
buscar alternativas poco habituales en la región en aquella época. Se
intentaron operaciones con fuego técnico con desigual éxito. La falta de
adiestramiento en estas técnicas y la complejidad de la situación dieron al traste
con la mayoría de las tentativas e, incluso, se pudo agravar la situación en
algunos de los casos.
Aunque en número muy
inferior al que tenemos actualmente, en 1994 ya se disponía una diversidad
importante de medios aéreos. La BRIF se desplazaba a los incendios con su Mi-8
de origen ruso, una aeronave de enorme capacidad que, en aquella época, no realizaba
descargas con helibalde.
Pero la BRIF no era la
única cuadrilla que se desplazaba con helicóptero. Aquel año también estaban
funcionando las brigadas helitransportadas de los dispositivos de las
comunidades autónomas. En la provincia de Cuenca, la brigada helitransportada
de Campillos-Paravientos, aunque con la mitad de componentes que una BRIF, se
desplazaba a los incendios con un Mi-2 que realizaba descargas con su
helibalde. En años posteriores, las BRIF evolucionaron hacia este tipo de
helicópteros con capacidad de descargar agua.
En cuanto a los aviones
de carga en tierra, en la región operaban los PZL M-18 Dromader, un avión de
origen polaco, de la misma factoría que el helicóptero PZL Sokol. Se trataban
de aviones usados en fumigaciones agrícolas y forestales reconvertidos para su
uso en la extinción de incendios. De menor capacidad que los actuales AT-802,
sin embargo, su precio asequible hicieron que siguieran usándose en Castilla-La
Mancha hasta 2006.
Los citados AT-802
también participaron en la extinción cedidos por otras comunidades autónomas,
principalmente la Comunidad Valenciana. La cercanía al incendio del aeródromo
de Campillos-Paravientos hizo que el trabajo con aviones de carga en tierra, combinando
AT-802 con PZL Dromader, fuera especialmente efectivo.
También los anfibios
Canadair CL-215 y CL-215T del 43 grupo de las Fuerzas Aéreas tuvieron un papel
protagonista durante el incendio, siendo el medio aéreo de mayor capacidad de
la época. La pericia de los pilotos y su diseño específico para los incendios
forestales hacían de estas aeronaves las más adecuadas para trabajar en las
zonas de mayor intensidad del incendio.
En aquella época, el
extinto ICONA también situaba por el territorio nacional sus Unidades Móviles
de Meteorología y Transmisiones (UMMT) que tomaban las principales variables
meteorológicas y ayudaban a la toma de decisiones en el puesto de mando.
Y como en cualquier gran
incendio actual pasaron todo tipo de anécdotas y eventualidades que
complicaron, si cabe todavía más, las labores de extinción. Hubo camiones que
se averiaron en el momento más crítico, equipos de trabajo completos que
quedaron atrapados por las llamas y se vieron obligados a cambiar su zona
segura a la zona quemada para posteriormente ser rescatados en helicóptero,
saltos de fuego que echaban al traste el trabajo de horas, contrafuegos que
eliminaban el combustible de superficie pero que no impedían que las carreras
de copas y los saltos de fuego mantuvieran el avance del incendio, líneas de
defensa con maquinaria pesada de gran anchura que finalmente eran rebasadas por
las llamas, etc. En definitiva, todo un sinfín de anécdotas y problemas que
suceden cuando un dispositivo de extinción se lleva hasta su límite durante 14
días de extinción intensivos.
El único documento
gráfico que nos queda de todas aquellos accidentes y malos momentos que pasaron
fue el de uno de los bulldozer de la provincia que se calcinó mientras estaba
trabajando en ataque directo al incendio. Afortunadamente, el maquinista y su
ayudante resultaron ilesos, aunque el bulldozer quedó inservible. No es nada
fácil que un equipo pesado de esta clase salga ardiendo durante las labores de
extinción debido a las grandes protecciones que llevan el bloque motor y las
transmisiones. De hecho, a pesar de que todos los años participan en la gran
mayoría de los incendios por todo el país, son muy escasos los accidentes de
este tipo.
Una suerte parecida
sufrió un AT-802 de la Comunidad Valenciana que se salió de la pista durante la
maniobra de despegue en la base aérea de Campillos-Paravientos. El piloto salió
indemne pero el avión quedó hecho añicos. Aún es posible encontrar restos del
fuselaje dando un paseo por los alrededores del aeródromo.
El incendio forestal de
San Martín de Boniches - Víllora no sería el último de la campaña, ni mucho
menos. Pocos días después comenzaría el incendio de Yeste (Albacete) de
circunstancias y características muy similares a éste. En 1994 hubo grandes
incendios en la región incluso en el mes de septiembre, lo que lo ha convertido
en el peor año de incendios registrado. Aquel año siempre será recordado de
forma especial por aquellos que lo vivieron y sufrieron en primera persona.
Vaya desde aquí nuestro pequeño homenaje.