Alcalá de la Vega rendirá homenaje al periodista y escritor Florencio Martínez

Florencio Martínez Ruiz, nacido en Alcalá de la
Vega, cuyas cenizas descansan en el cementerio de San Isidro de Cuenca como uno
más de sus Hijos Ilustres, homenajeado tras su muerte por diversas
instituciones provinciales y perpetuado
su nombre en una de las calles de Cuenca, recibirá, tardíamente, pero no por
falta de voluntad, el homenaje de su
pueblo y amigos mediante la colocación
de una placa en su honor en la casa
donde vivió en Alcalá de la Vega, el próximo día 15 de abril a las 14:00 h.
Periodista, poeta, escritor y crítico
literario
En recuerdo
de FLORENCIO MARTÍNEZ RUIZ 1930 – 2013 Periodista, Poeta, Escritor y Crítico
Literario. Recopilación de Isaías Sáiz (Revista Kelatsa de Villar del Humo)
Florencio nace en Alcalá de la Vega (Cuenca) en
1930, hijo de Miguel Martínez Sánchez, secretario del Ayuntamiento, y de
Alejandra Ruiz Eslava, de Villar del Humo.
Florencio cultivó todos los géneros
periodísticos (la crónica, la crítica, la entrevista, el artículo, el
reportaje, el ensayo, y la noticia pura y dura...) cincuenta años de periodismo
literario convirtieron al muchacho de Alejandra y Miguel en uno de los periodistas,
poeta y crítico literario más respetados en el mundo literario español e
hispanoamericano.
Su vinculación con Villar del Humo fue muy
intensa en edad infantil, pues pasa los veranos de 1942 y 1943, además de
alguna que otra corta temporada con su tía Juliana, a la que quería y siempre
recordaba con mucho cariño. También recordaba a otros familiares de este
pueblo: a su primo Máximo, a su primo Federico, a su prima Gregoria, a su tio
Quintín. etc, etc.
Con la preparación del cura de Alcalá de la Vega,
D. Francisco Mantecón, ingresó en el Seminario de San Julián de Cuenca en donde
estudió Latín, Humanidades, Filosofía y Teología. Llegado a la ordenación
sacerdotal fue vetado por el rector del seminario D. Manuel Cañas, el cual
posteriormente, quizá consciente y arrepentido de la injusticia cometida,
intentó convencerle para que volviese al seminario y se ordenase sacerdote.
Florencio ya había levantado el vuelo hacia otras latitudes, hacia otros
derroteros. En la Escuela Normal “Fray Luis de León” de Cuenca estudió
Magisterio y ya en Madrid se hizo periodista en la Escuela Oficial de
Periodismo. En su juventud publicó poemas en revistas literarias como “Estría”,
“Alcaraban” o “Signo”, además de colaborar en “Ofensiva”, “Diario de Cuenca” y
un programa radiofónico literario, “Corona poética” en Radio Nacional de España
en Cuenca. Funda revistas poéticas como “Gárgola” en Cuenca.
Siendo estudiante de periodismo y alumno
aventajado del gran Pedro de Lorenzo, se integra en el equipo del semanario “El
Español” en donde realizará más de cien entrevistas y reportajes a
personalidades de la cultura. Después de fi nalizar sus estudios en la Escuela
Ofi cial de Periodismo de Madrid y recibir las máximas califi caciones,
publicará sus artículos y poemas en “La Hora”, “Punta Europa”, “La Estafeta
Literaria” o “Poesía Española”. Florencio por entonces ya había conocido a
María Jesús, la que sería su esposa, e inicia una página literaria en el diario
“YA” y colabora en la revista de Camilo José Cela “Papeles de Son Armadans”,
“Reseña”, “Razón y Fe”. A fi nales de los 60, después de trabajar varios años
en el Ministerio de Información y Turismo, Florencio ingresa en el diario
madrileño ABC, en donde llegará a ser Jefe de la sección de Cultura, y en el
que ha desarrollado una dilatada, profunda y reconocida carrera
periodístico-literaria escribiendo en “Domingos de ABC”, ”Domingo Cultural”,
“Suplemento Semanal”, “Mirador Literario”, “Blanco y Negro” y por cuyas páginas
Florencio, hizo desfi lar con su pluma genial, sensible y sublime a Borges,
Miró, Halcón, Ortega y Gasset, Cunqueiro, Baroja, Zubiri, Sender, Alberti,
Rosales, Celaya, Aleixandre, Dámaso Alonso, Carpentier, Gabriel García Márquez,
Kenzaburo Oé, Hemingway, Pessoa, etc. En 1980 intensifi có su vinculación con los
medios e intelectuales de Cuenca. Ha pregonado la Semana Santa conquense, las
fi estas de San Julián y la feria del libro de Cuenca además de participar en
la creación de la Real Academia Conquenses de las Artes y las Letras. Fue
premiado con el Tormo de Oro y reconocido como “Conquense del Año”. Durante
diez años de 1993 al 2003 escribió en su totalidad los artículos, reportajes,
entrevistas y notas de “El Cultural” de “El Día de Cuenca”.
Tras veintisiete años en el diario madrileño
ABC, colaboró como crítico radiofónico del periódico firmando con el seudónimo
de “Piloto”. Desde el año 2003 y hasta su fallecimiento, fue asesor y
coordinador de la colección de libros de bolsillo de la Diputación de Cuenca,
Atalaya. Florencio a lo largo de su singladura periodística simultaneó su firma
con los seudónimos de Eduardo Alcalá, Dámaso Cuenca y Luis de la Villa, tanto
en la prensa nacional como en la regional y local. Entre sus libros figuran “La
nueva poesía española”, antología crítica (1971), “Cuaderno de la Merced”
(1976), “Nuevo Mester de Clerecía” (1977), “Juan Alcaide en sus raíces” (1996),
“Siete Cipreses Conquenses” (1999), “Poetas conquenses del 50: los niños de la
guerra” (2003), “Cuenca y los enconquensados”(2003), “El Cabriel dormido”
-primera edición (2004), “La Ciudad Encantada, de Carmen de Burgos” (2004).
“Poetas en el vientre de la ballena” (La primera generación conquense de
posguerra) (2006). “José Luis Coll: in memoriam” obra coral donde también firma
con su seudónimo Eduardo Alcalá (2007). “Aproximación a la obra narrativa de
Meliano Peraile” (2007), “Leer y entender la poesía de Diego Jesús Jiménez”
(2009)”. A través de sus artículos, en “Ofensiva”, “Diario de Cuenca”, “Radio
Nacional de España en Cuenca”, “Gaceta Conquense” pero sobre todo en las
páginas semanales del “Cultural del Día de Cuenca”. Martínez Ruiz ha
proporcionado a Cuenca, nada más, y nada menos, que un cuerpo compacto de
conciencia colectiva que, tomando como argamasa el concepto de lo “mágico”, ha
tenido la virtud de unir los sillares dispersos de nuestras realizaciones y
mostrarlos, al cabo, como la expresión más alta y coherente de un pueblo único
y concreto, como el conquense. De esta manera, Florencio encontró la “voz” que
le faltaba a Cuenca. Se han cumplido sus deseos y Florencio Martínez Ruiz
descansa ya en el cementerio de San Isidro, sobrevolando las aguas verdes del
Júcar a las que tantas páginas, tantos versos, dedicó en vida, compartiendo con
el río madre las invencibles nostalgias suscitadas permanentemente por el otro
río, el Cabriel, a cuya vera nació, en los peñascales de Alcalá de la Vega.
Y
así, entre ese doble amor fluvial, acompasando su devenir humano desde el río
natalicio al que ahora se convierte en compañero hasta la eternidad, la vida de
Florencio encuentra al fin el sosiego defi nitivo, el que pone fi n a los
afanes, las esperanzas y las realidades de cada día. Desde unas atalayas
similares a esta de San Isidro, la juventud de Florencio encontró en el
seminario, también sobre el Júcar, el adecuado mirador desde el que extendió su
vista sobre el horizonte inmediato, en el que halló los fundamentos que habrían
de servirle de pivote constante: la poesía, a literatura, la fantasía, la
actualidad, Cuenca. Un día de mayo, desapacible y lluvioso, se han reunido un
grupo de amigos para recibir la urna con sus cenizas y acompañar a sus
familiares en la ceremonia, íntima y entrañable, de depositarla en tierra,
entre las tumbas de Fernando Zóbel y Bonifacio Alfonso. Cumpliendo sus deseos,
Manuel Cano, Carlos de la Sierra y Francisco Medina cantaron “In paradisum” y
el primero de ellos ha leído los últimos versos, el postrer soneto, escrito por
Florencio apenas una semana antes de morir.
Cuando
llegue mi hora, Fortunato,
a la tropa
escolar pon sobreaviso
en La Merced
y cumple el compromiso
de
reclutarla a golpe de silbato.
Cántame “In
Paradisum” de inmediato
en latín de
Pedrone si es preciso,
y que el
deán dé al Júcar su permiso
para asistir
al coro por un rato.
Que te
acompañen con su voz más pura.
Gregorio,
Vieco, Luis, Pinga y Vicente
y, con su
icono mágico, Anastasio.
Y, si Dios
encarece la factura
y hay que
esperar, que Cuenca me represente
cerca del
Cielo, en su alto iconostasio.