El rastro de tiza borrado con el dorso de la mano

OJOS DE MOYA | Estos días se cumplen ocho años del inicio del hermanamiento oficial entre Benagéber y Garaballa con la devoción a la Virgen de Tejeda como "lazo de unión"
La Virgen de Tejeda siempre fue, y sigue siendo, símbolo de unión entre pueblos, hasta tal punto que la devoción por la 'Perla del Marquesado', nexo invisible que vertebra la Serranía Baja de Cuenca, también ha extendido sus hilos a las provincias colindantes, especialmente, las tierras altas de Valencia, tierras 'castellanas' que desde siempre, más allá de fronteras sobre mapas, se han sentido unidas en alegrías y desgracias.

Esta devoción por la Virgen de Tejeda en tierras valencianas, que salpica festividades aquí y allá a lo largo del año, tiene un especial arraigo en la localidad de Benagéber.
Benagéber (separado apenas 26 kilómetros en línea recta de Garaballa, 62 por carretera) ha tenido siempre un contacto muy estrecho con el municipio conquense. Por la devoción de sus vecinos a la Virgen de Tejeda y porque antiguamente, cuando el pueblo estaba abajo, junto al Turia (antes de la construcción del embalse que sepultó el antiguo asentamiento bajo las aguas y obligó a sus vecinos a trasladarse a su actual ubicación) se celebraban las Fiestas del Virgen de Tejeda, cada 8 de septiembre.
La gente mayor, los que aún guardan como un 'tesorillo' esta devoción, siguen yendo año tras año a esta fiesta en el Monasterio de Garaballa.
Una unión que finalmente echó lazos entre instituciones. A mediados del año 2008, Benagéber y Garaballa, y sus respectivos equipos de gobierno municipales, crearon sendas comisiones para iniciar el hermanamiento oficial que finalmente se llevó a cabo pocos meses después.
Más allá de fronteras provinciales, que por estas tierras quedan como el rastro de tiza borrado con el dorso de la mano, los lazos entre pueblos son, seguramente, la mayor prueba de que un territorio está vivo.

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