¿Nos podemos permitir el lujo de espantar a los visitantes?
(los) OJOS DE MOYA | Anécdotas y vivencias de quienes pasean por las Tierras
de Moya
Llegamos a Narboneta a media tarde del sábado y
una de esas casualidades del destino (o más bien consecuencia de estos párrocos
multi-parroquiales que, agenda copada, ofician misas a deshora) quiso que nos
cruzáramos con una feligresa, encargada para la ocasión de abrir la iglesia.
Solicitamos permiso para entrar, permiso
concedido tras una mirada un tanto recelosa, y mientras la mujer preparaba el
templo para el oficio echamos un rápido vistazo y realizamos un puñado de
fotografías.
Al vigésimo fotonazo, desde la bancada del
templo, la mujer se volvió y nos solicitó que no hiciéramos ni una foto más.
Hecho sorprendente que, en todo caso, acatamos abandonando la iglesia un poco
contrariados. Al fin y al cabo, como pudimos comprobar, para aquella mujer
"tan solo" se trataba de un momento para rezar "a solas".
Momento íntimo y personal, entendemos, que parecíamos romper con nuestra cámara
intimidatoria.
No haremos juicios de valor sobre lo adecuado de
la negación. Pero sí sobre un asunto, inherente a la situación, que fuimos
cavilando mansamente. ¿Cuánto tiempo haría que un turista, no ya un periodista,
se paraba a hacer fonda y foto en la iglesia de Narboneta? A juzgar por la
reacción de la buena mujer, entendemos que hace mucho que nadie pasaba a
interesarse por Narboneta y que, a fuerza de soledad (la localidad solo tiene
censados medio centenar de habitantes), finalmente la visita se mira con
recelo. Como si importunase.
No obstante, juzgamos nuevamente, seguramente
sea nuestro rezo, fotográfico eso sí, igual de importante que el de una
feligresa que quiere la iglesia para sí durante unos minutos. Porque la llave,
en tiempo y hora que sea, le puede permitir rezar en el templo en cualquier
momento. Pero una visita de 'foráneos' (algún día nos extenderemos sobre este
concepto) que se interesan por un pequeño patrimonio rural, bien debiera
acogerse con igual de regocijo que un 'padrenuestro'. Igual de importante que
rezar es mostrar al mundo lo bella que es Narboneta y sus rincones. Aquí
está la prueba VER ALBUM FOTOGRÁFICO IGLESIA DE NARBONETA
Para no faltar a la verdad, también hemos de
añadir que a la salida de la iglesia, con nuestra contrariedad a cuestas, nos
alcanzó otra mujer que, con la mayor amabilidad del mundo, nos preguntó si nos
había gustado la iglesia. "Es magnífica", puntualizamos. A lo que la
mujerita, puesta en regocijo por nuestra respuesta, nos disparó una retahíla de quejas, mitad orgullo
mitad resignación, sobre los arreglos que el templo necesita y que "el
obispo, a quien ya se lo hemos pedido, parece no tener en cuenta".
Dicho queda. Y Amén.
"Ahora te vas a enterar"
A fuer de ser sinceros, hemos de reconocer que
el título de esta columna no es nuestro. Se lo hemos tomado a Pepe Benedicto,
'activista' pro-Serranía Baja y su historia desde Fuentelespino de Moya, que
hace unos días exponía un caso similar al nuestro, aunque éste con más
inquietantes consecuencias.
Un visitante que se encontraba haciendo
fotografías en el Arrabal de Moya, custodio a las faldas de la centenaria
capital del Marquesado, fue increpado por una persona "instando a
identificarse". Ante la presentación evidente como fotógrafo "el
señor no quedó convencido y continuó instándome a que me identificara ya que
tenemos muchos problemas con la gente que se lleva piedras". Finalmente, y
tras una breve discusión, el increpador desapareció bajo la amenaza de
"ahora te vas a enterar".
Una aptitud la de este hombre que, según confirman
otros visitantes, no es nueva. Repetiremos la pregunta para que no quede sin
respuesta. Al menos en el interior de cada cual. ¿Nos podemos permitir el lujo
de espantar a los visitantes?