El Septenario de Moya vuelve a latir tras siete años de espera
La Virgen de Tejeda ha iniciado en la madrugada del 16 de septiembre su recorrido procesional hacia el Castillo de Moya, en una celebración religiosa y popular única que solo se vive cada siete años
VIDANUEVADIGITAL.COM En
la madrugada de este martes 16 de septiembre de 2025, profundamente
emocionados, Hilario, Inés, Félix y Eloira se han cogido de las manos en la
puerta del santuario de la Virgen de
Tejeda, en la localidad conquense de Garaballa.
Tras la misa, han contemplado en silencio cómo se abría la puerta del templo y
salía a la calle la talla mariana, mientras el eco de las castañuelas y la
alegría de la multitud envolvían el ambiente. Para muchos, como los cuatro
ancianos, este Septenario es el último que podrán vivir.
Una
tradición de casi cuatro siglos
El origen de la festividad se
remonta a 1639, cuando los habitantes del marquesado de Moya, en plena Serranía
de Cuenca, sacaron en procesión a su patrona para implorar el fin de una
devastadora sequía. Al octavo día, una lluvia incesante puso fin al
sufrimiento, y desde entonces la cita se repite cada siete años, convirtiéndose
en el Septenario de Moya, declarado Bien de Interés
Turístico Regional.
Diez
días de romería y devoción
La celebración, que se prolonga
del 16 al 26 de septiembre, comienza con la salida de la Virgen desde Garaballa
para recorrer 18 kilómetros hasta el Castillo de Moya, atravesando El Soto, Mijares, Landete, Los Huertos y El Arrabal.
La romería está acompañada por ocho
danzantes, ataviados con trajes tradicionales, que dedican a la
Virgen bailes con palos y castañuelas, junto a 12 damas y una reina serrana.
Durante diez días, la imagen
permanece en el castillo, donde se suceden misas, procesiones y ofrendas,
además de actividades festivas y gastronómicas que implican a toda la comarca.
Un
sentimiento de identidad colectiva
Para los moyanos y vecinos de la
Serranía, el Septenario es el corazón de su
identidad. Benjamín y María Cleofé, naturales de Los Huertos y
Landete y residentes en Madrid desde hace más de 40 años, subrayan la emoción
de regresar cada siete años a sus raíces. “El momento de ver aparecer a la
Virgen por el camino es indescriptible; me invade un escalofrío interior y una
felicidad inmensa”, relata Benjamín.
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María Cleofé destaca la entrada de
la imagen en la iglesia de Moya como el instante más emotivo: “Los danzantes
bailan hasta el agotamiento y los portadores elevan la talla por encima de sus
cabezas entre vítores y lágrimas. Es un momento único, de recuerdos, de fe y de
felicidad”.
El
legado de la Virgen de Tejeda
La devoción por la Virgen de
Tejeda no solo se limita a Cuenca, sino que también es especialmente intensa en
municipios valencianos cercanos, reforzando la dimensión comarcal y
transfronteriza de la festividad. Con esta edición, son ya 55 peregrinaciones celebradas, ejemplo de la fuerza
de una tradición que une fe, historia y comunidad.



